4 mar 2007

Con calma... mejor

El desenlace provisional de la peripecia carcelaria del sanguinario terrorista José Ignacio de Juana Chaos, confirma que las decisiones políticas complejas tienen consecuencias muchas veces imprevisibles. Los mismos que decidieron envidar, motivando una petición de pena de noventa y seis años para un delito de amenazas, para tratar desesperadamente de evitar la excarcelación del etarra, han tenido que atenuar su prisión que evitara su muerte y se enfrentan a un escándalo mucho mayor que el que se hubiera producido con el cumplimiento de su condena por veinticinco asesinatos.

La algarabía con la que se ha recibido al etarra en el País Vasco es una foto robot de lo que ocurrirá si el llamado proceso de paz, en el que está empecinado el presidente del Gobierno, culmina sus efectos en una mesa de negociación política sin haber obtenido la rendición de ETA. El rearme moral del entorno terrorista ha comenzado después de un proceso de descrédito que había conducido a ETA a los peores momentos de su historia. Los ingenuos y los voluntaristas debieran aprender con estas lecciones que los temas que conectan el terrorismo con la política tienen una proyección en el tiempo mucho más allá de la fotografía que se pueda obtener para una campaña electoral.

La legitimación del terrorismo es una posibilidad que se materializará si el final de su existencia no certifica fehacientemente que quienes asesinaron no pueden escribir sus horrores en los libros de la historia como un proceso que permitió cambiar las coordenadas políticas del País Vasco. Como estas ecuaciones no tienen una comprobación matemática, es posible que el presidente del Gobierno no las tenga en consideración, habida cuenta que sus comportamientos han certificado el carácter coyuntural y utilitarista con él que afronta todos los retos políticos.

La paz no puede ser a cualquier precio y no es una declaración vacua. Si hemos esperado treinta años para creer que el terrorismo de ETA puede terminar, no sería mala cosa que ahora no tuviéramos prisa.