24 nov 2012

Entre la perplejidad y el asombro

  Contemplo con perplejidad muchas de las decisiones que se  toman en el Ayuntamiento de Mislata.
 Y, para acabar de ser sinceros, tampoco han sido fáciles de digerir las maneras  pasivas de los actuales responsables institucionales  ante realidades  que,  no hace tanto tiempo,  los mismos protagonistas tacharon de algo más que irregulares. Buena prueba de ello es que  llevaron al fiscal  inmensas irregularidades y se insinuó la vía penal. Uno no comprende la indiferencia actual.  Aunque la entiende, por paradójico que resulte.

Los nuevos cargos electos y, en mayor medida,  aquellos a los que la gente les ha otorgado responsabilidades de gobierno tienen ciertas obligaciones ineludibles. Una de ellas es la transparencia. Quiero decir que se deben  convertir las instituciones  en  casas con techo de cristal y  dar a conocer los problemas con los que se han topado.  Sin duda , también es legítimo y debe hacerse el  señalar con el dedo, sin otro ánimo que la transparencia,  a los responsables del desaguisado.

 Pero todo tiene su tiempo. Y cada tiempo tiene su afán. Los ciudadanos eligen no sólo  para que se les describan los mismos problemas una y otra vez  y de la misma forma.  Las malas prácticas pasadas (de ellos)  no pueden  justificar todo,  a todos (nosotros), y  durante todo el tiempo.  Todos (nosotros) tenemos otras obligaciones:  la más importante es la intentar dar cumplida respuesta a los problemas de la gente. Resulta estéril y, con el paso del tiempo, también  aburrido que se traten de abordar los problemas actuales mirando atrás. Me temo que en Mislata se ha agotado el tiempo del "a mí que me registren",  el perenne "yo no he sido" o el socorrido  "¡hay que ver lo pringado  que han dejado todo esto!".   Entretenerse en eso ahora  es encomendarse al proverbio de que " los problemas viejos los soluciona el tiempo y los problemas  nuevos se dejan que se hagan viejos". Mala estrategia.

Los últimos días  no han mitigado mi  perplejidad .  La decisión de suspender  prácticamente sine die ("hasta que se solucionen los impagos") ciertas prestaciones sociales , y más concretamente,  las ayudas a domicilio de las personas que han menester de ello,  le deja a uno asombrado .Y, sobre todo,  le deja a uno cabreado.  Porque los servicios sociales generales (SSG)  son prestaciones obligatorias por parte de los ayuntamientos con más de 20.000 habitantes (¡una miradita a la ley de bases lo deja bastante clarinete!) En consecuencia los  presupuestos municipales   deben dotarse de  dineros  suficientes para afrontar esas políticas sociales  (-¡ políticas, por otra parte,  en las que ciertos partidos  están obligados  a poner énfasis aunque sólo sea por la S)!- .

 El presupuesto 2012 de Mislata  se aprobó bien entrado el verano. Ya era evidente entonces que los SSG estaban condenados a  financiarse exclusivamente con fondos municipales. La fecha  no es trivial porque si a la hora de formar el presupuesto se conocen todos los usuarios y las particularidades  necesidades  de cada uno, es incomprensible  que se doten  de manera insuficiente las partidas correspondientes para el SSG . Sólo necesidades sobrevenidas de última hora pueden explicar un error semejante. Si se trata de  un error, claro.

 Sin entrar en otras consideraciones, es demencial que se adopte la medida para que afecte  a la práctica totalidad de los usuarios. Es insensato  comunicarlo por carta sacudiéndose la propia responsabilidad. Es una necedad suponer que los usuarios , todos los usuarios del SAD, encontrarán consuelo en saber que la "culpa es del gobierno autónomo" .  Querido amigo,  entre prestar el servicio a todos y no prestarlo a nadie hay una multitud de estados intermedios.  Todos los que permiten la modificación de baremos . Y todas las prioridades abonadas por el  programa electoral que aquí  ganó las municipales. Que lo hay y lo dice expresamente. ¡Otra miradita que algunos se han ahorrado!

Sí, los presupuestos deben atender prioritariamente a las competencias propias aunque sea a costa de todas las impropias. Y para ciertas formaciones  las políticas sociales no sólo son políticas justas  son también señas de identidad  en estos tiempos que tanta necesidad tiene de ellas.

17 nov 2012

De huevos y tortillas


Acostumbro a leer las noticias que aparecen sobre mi ciudad con cierta distancia. Salvo las que se refieren al capítulo de sucesos, las demás abundan en medias verdades , están  trufadas por propaganda (gratuita)  y parecen destinadas a  usuarios de guardería o  edulcoradas  hasta el punto que podrían  entrar  en la sección  ecos de sociedad. Pero algunas veces me va en ellas algo más que la curiosidad.

Hace nada se han dado a conocer  las conclusiones de la auditoría externa llevada a cabo a lo largo del primer semestre de 2012 y referidas a los estados financieros a fecha junio de 2011. Si las publicadas fueran las únicas conclusiones, el saldo parece el parto de los montes.  Limitan el trabajo algunos escenarios que, como es patente,  derivan de las legítimas intenciones . La fecha de referencia no es inocente, antes al contrario,  está plena de intenciones y lógica interna. Y se ajusta a lo que pretende.  Cierto que quizá es poco útil a efectos de los objetivos clásicos que pretende una auditoría en la administración pública. No es una cuestión menor, que se trabaje sobre datos de un presupuesto prorrogado en el que los estados de ingresos están condicionados por la fecha elegida y por las normas de ejecución . Más útil hubiera sido tomar como  fecha de referencia la de un presupuesto cerrado y/o liquidado.

 Las conclusiones publicadas no  son  sorprendentes. Nada contienen de novedoso  que no fuera posible conocer tras una mirada  profesional (y buenos profesionales tiene la administración  municipal) sobre la situación. Incluso una mirada superficial a los datos que obran en las dependencias de la institución, revelarían conclusiones  iguales. ¿Para ese viaje hacían falta alforjas?

Dejando de lado las cuestiones menos graves, todas las dificultades presupuestarias  de la ciudad  proceden de un hecho: Mislata ingresa  mucho menos de lo que gasta. En una relación de 3:4 aproximadamente. Hay un claro problema de consolidación fiscal.   Es justo  decir que, de seguir así las cosas,  en los años venideros se puede agravar el problema.  La cuestión puede, en principio,  abordarse de tres  formas:  Elevar impuestos, bajar gasto o ambas cosas a la vez.
El buen sentido aconseja la tercera. Pero no es sencillo.   Hay poco margen para subir impuestos. Y no siempre los  resultados son consecuencia de medidas que se pretenden  lógicas. Un ejemplo;  en los impuesto ligados a la construcción y al mercado inmobiliario, subir impuestos es inútil, e incluso contraproducente,  por la atonía  del sector. Se puede gravar más la construcción, pero si no se construye, por más que se pretenda, no  habrá  más recaudación.   Estamos en una situación de  desplome de ingresos . Y, en esta situación,  haber rebajado  el IBI ha sido una hermosa  y efímera noticia pero ha sido, sobre todo,  una torpe medida.
Para los próximos años hay que tener la humildad de explicar realidades, arrostrar responsabilidades, huir de comportamientos miméticos,   reformar programas, olvidar promesas, y aplazar infraestructuras.
Y  centrarse  en avanzar hacia un horizonte donde se gastará, como máximo,  lo que se ingresa.  Con la actual financiación el equilibrio pasa por no cometer errores, pensar lo que se hace y pensar en las consecuencias de lo que se hace. Pero sobre todo pasa por reducir el gasto.  No es un buen trago pero... no se hace una tortilla sin romper huevos.

Quedan prédicas pero me temo que también sobra desierto.