Los problemas de la educación en España han sido objeto de
estudio en numerosos trabajos y desde todos los puntos de vista. Pero ninguno
parece lo suficientemente definitivo
como para acabar con alguna de las recurrentes polémicas que ley tras ley, año
tras año, modelo tras modelo, se ponen de manifiesto una y otra vez. Quien lo
sufrió lo sabe.
La última polémica es la “3+2 versus 4+1” que ha hecho
correr ríos de tinta. Les supongo enterados. En ella se trufan dos cuestiones distintas y
distantes: la estructura de los estudios universitarios y la política de becas.
Quienes muestran una postura conservadora argumentan que Incrementar los “másteres
de 1 a 2”, redundará en un mayor esfuerzo económico para alcanzar el título y,
consecuentemente, en un fuente de mayor desigualdad.
Conviene diseccionar la cuestión y separarla en diversas
preguntas. Abordaré dos o tres.
La primera que asalta
es la siguiente: ¿cómo afecta la duración de los estudios universitarios al acceso
y a la titulación o al abandono? Es
innegable que una duración mayor comportará una mayor inversión por parte del estudiante
y una incertidumbre mayor sobre la culminación de los estudios. No es baladí
recordar que, a efectos del fracaso, es igual abandonar los estudios en el
primer año que en el tercero. Los universitarios de menores recursos deberían
optar por una duración menor de las carreras; por una estructura que les permita
llegar lo antes posible a una titulación. La opción 4+1 alarga esa posibilidad.
La opción de los estudiantes de recursos
limitados debe ser la 3+2, claramente. Porque
las posibilidades de abandono, al menos teóricamente, se reducirían
notablemente. Ya hay estudios, ciertamente
muy preliminares, que respaldan esta tesis
El mundo se ha vuelto complejo. Muy complejo. Los estudios
universitarios se han diversificado tanto que se obliga a tomar decisiones
académicas cada vez más tempranas y cada vez más irreversibles. Y la formación
especializada se prolonga a las etapas postuniversitarias. Desde este punto de
vista el debate sobre 3+2 me parece incompleto si no se aborda previamente el
debate sobre la estructura y objetivos del bachillerato al menos. El
bachillerato tiene poco valor como titulación,
su finalidad es prácticamente sólo propedéutica y preuniversitaria. Arrostrar
esa realidad sin complejos es hacerse un doble favor: dar sentido y continuidad
a la formación científica o humanística y liberar, aunque sea mínimamente, al sistema
educativo del sistema productivo.
El 3+2 exige dos másteres. Antes de seguir reparemos por un
momento en que hay una tendencia innegable e imparable: la diversificación de
los puestos de trabajos. Esa diversificación
del trabajo parece exigir una correspondencia
en la diversificación de la formación especializada. Es de aplastante lógica
que 3+2 es más versátil y ofrece mayores posibilidades de especialización.
Los detractores de la reforma tienen a su favor (¡y no es flaco favor!) que la propuesta nace del ministro Wert. Hagamos el esfuerzo de olvidarlo. Porque, además, los defensores de 4+1, discurren cabalmente, que 3+2 es más gravoso que 4+1 y por tanto quebranta la equidad. Un argumento contundente.
Los detractores de la reforma tienen a su favor (¡y no es flaco favor!) que la propuesta nace del ministro Wert. Hagamos el esfuerzo de olvidarlo. Porque, además, los defensores de 4+1, discurren cabalmente, que 3+2 es más gravoso que 4+1 y por tanto quebranta la equidad. Un argumento contundente.
Contundente sí, pero no insoslayable. España tiene un sistema
de becas y financiación muy débil. Es ahí donde hay que cambiar las políticas.
El recorte de becas y el incremento de tasas universitarias están en la base de
la protesta contra la reforma. Wert no
puede quejarse porque ha actuado como un bombero pirómano.
Aunque, para acabar de ser sinceros, tengo para mí que ninguna política de becas, por sí sola y por
generosa que sea, será capaz de de dar
solución a la polémica y, en el fondo, a
la otra cara de la moneda que es financiación universitaria. Deberá ser el
propio estudiante el que alargue a la vida laboral futura la financiación de
sus estudios universitarios. Eso
contribuirá a además a clarificar la abigarrada oferta universitaria. Pero esa
es otra historia
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