En el PSOE somos
como somos, y nos pasa lo inevitable.
En este siglo
nuestros congresos habitualmente son congresos de urgencia: casi
siempre tenemos que elegir rápidamente al Srio. Gral. porque el
anterior ha huido, ha dimitido o lo hemos echado. Y, además, como
nuestros estatutos se nos hacen viejos muy pronto, sucumbimos a la
tentación de incumplirlos. Y así, finalmente, nos obligamos a
caminar por sendas organizativas inexploradas y experimentales. Somos
esclavos de una especie de “filosofía organizacional líquida”
(a propósito de Bauman) a la que previamente hemos dotado de una
dudosa y efímera legitimidad. Nos ha pasado varias veces. La última
vez que nos sucedió terminamos seleccionando a PdrSnchz con el
resultado conocido.
Para llegar ahí,
nos dedicamos a labrar con mimo el propio fracaso. La dimisión de Pérez
Rubalcaba nos abocaba a otro congreso de urgencia y daba ocasión a
la revancha de quienes había perdido el Congreso de Sevilla y no lo
habían asumido. Podía haberse quedado la cosa ahí pero ¿por qué
conformarse con un pequeño fracaso si teníamos al alcance el
fracaso total? Madina forzó que la elección del Scr. Gral. se
hiciera por el sistema de “un militante un voto”. Eso no lo
permitían los estatutos de entonces (tan es cierto eso, que hubo
de llamarse al invento “consulta a los militantes”) , pero - ¡qué
diablos!- la cosa era tan popular y tan populista que, rápidamente,
se creó alrededor del invento un extraño consenso
Pocos repararon en
que se abocaba a la organización a tres peligros inminentes:
- Uno era la
posibilidad de que el elegido lo fuera por una minoría mayoritaria y
por tanto con menos apoyos a favor de los que tenía en contra;
posibilidad que se materializó.
- El segundo residía
en que se daba ocasión a que hubiera tres corredores donde la
equívoca presencia de uno fue promovida para que simplemente jugara
el papel de liebre en la carrera. Este peligro también materializó.
- El tercer peligro
era el enfrentamiento entre dos legitimidades: la del Secretario
General elegido por las bases inspiradas por el aparato y la
legitimidad de los órganos de control, también elegidos por las
bases e inspiradas por los barones territoriales, es decir, por el
aparato. Ya se sabe en qué clase de desastre acabó este
enfrentamiento.
Los
estatutos derivados del último congreso oficializaron
lo que nos empeñamos en impropiamente “primarias”.
Por lo tanto el nuevo Secretario General será elegido por este
mecanismo. Y de la forma que se propone es un error. Un error que
pone el carro antes que los bueyes: es decir elige a una persona para
dirigir una política concreta que el congreso sólo decidirá
posteriormente. Es una locura. Otra más.
Aunque únicamente
sea por eso, uno observa con cierta envidia el debate en Podemos
donde se plantean, o bien votar conjuntamente documentos y
dirección, o bien votar primero los documentos (la política) y
elegir posteriormente la dirección (los nombres y cargos) . Sin duda
una forma es mejor que la otra pero… ¡ambas son lógicas!
En el PSOE hemos
decidido que antes de hacer lo lógico, vamos a explorar todas las
alternativas. A un alto precio
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