Las
elecciones municipales y, sobre todo, las autonómicas actualizarán un viejo
debate. ¿Hay que cambiar la ley electoral?
Quizá sí.
Pero dos consideraciones previas:
Una)
Es más fácil decirlo que hacerlo.
Otra)
A la hora de proponer la ley alternativa
que se sepan las fortalezas y debilidades de la ley actual.
La
Ley Electoral (LOREG) data de 1985, fue
aprobada sin ningún voto en contra (no
es baladí recordarlo) y ha sido
modificada varias veces pero siempre en aspectos bien secundarios.
Se redacta como un mandato de la Constitución y, más concretamente, al amparo del artículo 68. Sólo lo que en el Título III figura
requiere un cambio constitucional. La mayor parte de la LOREG se puede cambiar
con la mayoría parlamentaria necesaria.
Una
de las cuestiones controvertidas es la forma de asignar escaños. ¿Cómo se reparten los escaños? Actualmente se
lleva a cabo mediante un reparto D’Hont.
Este sistema ha sido ampliamente criticado y concita actualmente las iras de
los partidos pequeños ya que, se sugiere, es la causa de la escasa proporcionalidad de la
LOREG.
¿Es
realmente la forma D’Hont esa perversa fuente de desproporcionalidad en el sistema
electoral vigente? ¿Es la causa de que los partidos como IU y UPyD demonicen la
ley electoral y exijan su derogación y cambio inmediato?
Por
partes, como dijo Jack. Es
cierto que estos partidos tienen buenas razones para demonizar la ley
electoral. Pero no debería atribuir a D’Hont
una responsabilidad que, objetivamente, no le corresponde. Su fórmula, su “ley”,
está basada en un principio simple
Si se trata
de repartir (E) escaños en una circunscripción, hay que buscar un número (N) tal que al dividir la
suma de votos a las candidaturas (V) entre N nos dé un cociente igual a E.
Como
se ve el principio puede ser perfectamente proporcional. Por lo tanto es
constitucionalmente intachable. Pero es que además se puede cambiar sin cambiar
a Constitución que, recordemos, sólo exige que el reparto sea proporcional. Proporcional que exige repartir exactamente un número concreto de escaños. Si en una provincia se reparte 7 escaños, con lo votos emitidos y con la distribución habida han de asignarse 7 escaños enteros; ni más ni menos. Enteros, indivisibles...
Así,
los partidos como IU o C’s deberían
atribuir la causa de desproporcianalidad
al tamaño las circunscripciones. La
circunscripción electoral para la mayor parte de las elecciones autonómicas es
la provincia. Pero no para todas. En
elecciones generales, y para el Congreso de los Diputados, la circunscripción
electoral es también la provincia salvo
los casos de Melilla, Ceuta y las Canarias. Y ése es un mandato constitucional.
¡Nada menos! Cambiar el mandato es realmente difícil.
Pero además, y estrictamente hablando, tampoco
el hecho de que la circunscripción electoral sea la provincia es la causa de la
escasa cantidad de escaños que obtienen IU y UPyD si se tienen en cuenta los votos totales obtenidos en las elecciones generales. El problema, ellos lo
saben bien, es que la mayoría de provincias españolas están poco pobladas, y en
consecuencia se reparten pocos escaños. Y además se les garantiza un número
mínimo de dos escaños, de tal suerte que en cuatro provincias hay más proporcionalidad con las hectáreas que con los votantes.
En
una circunscripción que reparte muchos escaños, la proporcionalidad es muy
alta. Imaginemos Madrid o Barcelona que reparten más de 30 escaños. Echen un vistazo a las elecciones habidas o hagan el reparto mediante la fórmula D’Hont y verán que es muy proporcional.
Pero mucho. Si se toma una provincia media
como Valencia, Alicante, Murcia, Málaga o Sevilla, la desproporcionalidad es
perfectamente tolerable. La menor proporcionalidad se encuentra en las
provincias que reparten pocos escaños. Ahí la proporcionalidad brilla mucho por su ausencia.
Creo
que es muy pertinente decir aquí que la reducción del número de
parlamentarios (
de 53 a sólo ¡33 diputados!) llevada a cabo en Castilla-La
Mancha por el PP de Cospedal “para ahorrar gastos”, concreta una
desproporción tal que parece
pensado para una situación donde haya dos partidos. Y, de tal suerte, que se le
garantiza al ganador en votos la mayoría absoluta, siempre. ¡Siempre! La aparición de Podemos puede convertir a
Cospedal y al PP en víctimas de su
propia trampa.
No
es casualidad que Podemos tenga actualmente pocos reproches que hacerle a la
ley. En Madrid y Barcelona, donde las
encuestas le sitúan hoy entre la segunda y tercera fuerza política,
tiene garantizados un número de escaños
proporcionales. Poca diferencia habrá entre ser segundo o tercero. Donde
realmente se va a jugar las posibilidades de ser la primera fuerza de la
izquierda es en las provincias que reparten menos de 10 diputados. En esas
provincias donde su estructura es más
endeble. Veremos si una campaña, desde el plasma, es suficiente doblar el brazo
del PSOE. Su más directo competidor. Sin duda
Nota
bene: Sepan los podemitas
recalcitrantes y compañeros
mártires que cuando digo que el PSOE
compite por la hegemonía en la izquierda, es una forma de hablar. No tengo
intención de desalojarlos de su particular país de Jauja.
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