Tras el 26 J, el
foco político está puesto en la formación del nuevo gobierno. Y
otra vez, como ya había ocurrido en la campaña electoral, el
Partido Socialista acapara el interés mediático. Si entonces se le
exigía responsabilidades, dando por hecho el inminente “sorpasso”
de Podemos, ahora se le interroga acerca del sentido del voto que
adoptarán los diputados socialistas en la sesión de investidura del
candidato Rajoy. En cada entrevista, debate y tertulia se pontifica y
aconseja sobre lo que deben y no deben hacer. O se amenaza al PSOE,
una vez más, con una futura irrelevancia electoral fruto de las
consabidas divisiones internas. Yo no prestaría demasiada atención
a estos futurólogos movidos, las más de las veces, por intereses
muy evidentes.
A mi juicio, hace
bien la dirección federal en mantener que ahora “es el tiempo de
Rajoy”, que “en esta segunda oportunidad -que graciosamente le
brindó la izquierda pueril- hay suficientes votos afines al PP como
para conformar una mayoría suficiente, y que el PSOE “no votará
a favor ni se abstendrá en la sesión de investidura. Sería
estúpida una posición distinta.
Pero también sería
estúpido no prever otros escenarios posibles. Y alguno de ellos es,
además de posible, muy posible: que el PSOE tenga que decidir
finalmente si hay gobierno o por el contrario lleva a este país a
unas terceras elecciones.
El PSOE ha empeorado
los malos resultados de las últimas citas electorales. Y eso tiene
consecuencias. La primera es que la distancia de 52 escaños con el
PP hace prácticamente imposible intentar una alternativa creíble.
Qué digo creíble, siquiera posible: un
gobierno alternativo al que pueda formar el PP consistiría
en una miscelánea de composición tal que, por abigarrada, es
sencillamente inviable. Una alternativa con el germen de la discordia
en su seno y que sólo beneficiaría a los que basarían su acción
política en ser “la alternativa a la alternativa”: un carajal,
vamos.
¿Qué tiene que
ganar el PSOE en unas terceras elecciones? ¿A qué poner en riesgo
lo que todavía no le han quitado? No es ésta una una posición
conservadora. Antes al contrario, es una posición inteligente. Hoy
el PSOE es el primer partido de la oposición y el único del que
depende el gobierno y la gobernabilidad del país en los próximos
años. Dicho de otro modo: habrá gobierno si quiere el PSOE y
además, previsiblemente, durará el tiempo que el PSOE quiera.
Ese “tiempo
muerto” lo precisa la organización para, como dice Edu Madina,
volver a ser no sólo el partido mas importante de la izquierda
española sino el partido mas importante de España. Precisa ese
tiempo para ser la alternativa necesaria e indiscutible de gobierno.
La tarea es ciclópea y pasa por un rearme moral e ideológico que se
concrete en el programa político que ponga en pie el estado de
bienestar del siglo XXI y que se convierta en el eje vertebrador de
un país irreversiblemente diverso.
Y pasa, también, por la
consolidación del liderazgo de Sánchez o, preferiblemente, de otra
persona menos discutida y vulnerable. Y todo ello ha de hacerse, en
lo inmediato, ejerciendo una oposición parlamentaria que contribuya
al doble propósito de dar credibilidad al proyecto político y
desmontar las políticas más retardatárias del PP. Hay que hacerlo
sin saltos en el vacío ni provisionalidades. Habrá tiempo de hablar
de ello, porque no está demás recordar que hay un Congreso
Ordinario pendiente, a celebrar en el próximo otoño y que puede
permitir los cambios necesarios sin noches de cuchillos largos o
inútiles ajustes de cuentas.
Esta vez no hay
espantá posible. El PP está obligado a formar gobierno con sus
afines y los nacionalistas. Y puede hacerlo a poco que rasque el
bolsillo del Estado. No será barato viniendo de una mayoría
absoluta, pero es posible: Los nacionalistas siempre tiene un precio.
¿Y si Rajoy fracasa
en su investidura? Pues entonces la decisión corresponde al PSOE, a
su Comité Federal y, tal vez, a sus bases y sus electores.
Yo intervendré en
ese debate. Como seguramente se deduce de lo dicho hasta ahora, seré
partidario de que el Grupo Socialista en el Congreso se abstenga en
la segunda sesión de investidura. Esa abstención ha de darse bajo
ciertas condiciones pactadas y firmadas. Pero, al fin, será una
abstención.
Enseguida voy con
las condiciones. Antes, las consecuencias. La más inmediata será
que,

Vayamos con las
condiciones. El PSOE, en contra de lo que se cree, no nació para
ganar elecciones. Nació para cambiar la vida de la gente, para
combatir la desigualdad y ensanchar las libertades. La crisis
económica y las medidas para combatirla han llevado a amplios
sectores de la población a la marginalidad. No somos completamente
ajenos a esas medidas. Hubiera sido mas eficaz cambiarlas desde el
gobierno. Y pudo ser posible. Ahora ya no. Nos han colocado en la
oposición y con esos bueyes habremos de arar.
En los próximos
meses habrá de fijarse “el techo de gastos” y elaborar el
proyecto de presupuestos 2017. Pues bien, la investidura de un
presidente del PP pasa por acordar y firmar
A) Ampliar el techo
de gastos
B) Elaborar unos
presupuestos que el PSOE pueda apoyar porque
a) Contemple un
Plan de Lucha contra la Pobreza Infantil
b) Protección al
desempleo de cuantía variable hasta la jubilación para mayores de
52 años
c) Impuesto umbral
del 15% a beneficios empresariales
d) Nuevo impuesto
para financiar pensiones en cuantía suficiente para equilibrarlas
e) Impuesto
conjunto de IRPF y Patrimonio para grandes fortunas
C) Modificación
inmediata de la Reforma Laboral para
a) Establecer tres
únicos tipos de contratos: Indefinido, temporal y de formación.
b) Recuperar el
protagonismo exclusivo de la negociación colectiva
Y a partir de enero
de 2017 : Sres. que dios reparta suerte porque se gobierna desde el
Parlamento.