El resultado del PSC tiene una víctima: el presidente del Gobierno de España y secretario general del PSOE. Bajo su dirección se elaboró el nuevo Estatut y se aprobó, con un record de abstención que dejó pasmada a la clase política.
El primer President de la Generalitat socialista, empeñado en un Estatut con un insoportable tufo nacionalista, ni siquiera se presentó a la reelección tras su obra cumbre.
José Montilla ha inaugurado su responsabilidad con una inocultable derrota. Y el PSC puede sucumbir a la tentación de reeditar una segunda alianza con ERC, que constituye el núcleo de sus problemas con un electorado, cuya fidelidad pone en riesgo de forma constante y gratuita.
Todo parece que la vida está a punto de enseñar a José Luís Rodríguez Zapatero que la política tiene en cuenta los costes de cada decisión y son los ciudadanos los que pasan la factura en las citas electorales. Ahora tiene por delante una situación extraordinariamente complicada en la que el primer peldaño será la conciliación con los intereses de la gobernabilidad de España y la de Cataluña.
Y luego las municipales, en las que Madrid se ha construido en un símbolo que determinará su suerte con la de Miguel Sebastián.Y, en medio, el complicado proceso vasco en el que el presidente parece empecinado, como un jugador compulsivo, que no es capaz de retirar su apuesta cuando no tiene cartas que le permita siquiera un farol.
Tendrá que rectificar sus mecanismos personalísimos, porque la pendiente por la que pudiera deslizarse, si sigue adoptando decisiones polémicas y poco meditadas, le pueden dar un disgusto elecciones generales. Que eso hoy no parezca probable no lo descarta como posibilidad real, porque la política cambia rápidamente los escenarios como él mismo pudo comprobar con el salvaje atentado de Atocha. De cualquier manera siempre le quedará CiU
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