21 sept 2012

Independencia y Federalismo.


Por más que prejuicios interesados lo nieguen, ZP hizo cosas bien. Una de ellas fue acabar con la descabellada política de Aznar en lo relativo al País Vasco.  La violencia latente que subsistía en sus primeros años de gobierno amainó con y tras  su paso por la Moncloa. Al fin la política adecuada  no era negar la realidad.  Antes al contrario, el presidente Zapatero  y su grupo parlamentario dieron  marchamo de normalidad a la normalidad constitucional. El democrático rechazo al Plan  Ibarretxe  en el Congreso, el gobierno socialista  de Patxi López  y  el acoso policial y político a ETA  hicieron el resto.
Las tensiones territoriales no acabaron entonces, pero entraron en cauces  políticos y sólo políticos. Y ahora la tensión renace en Cataluña. No vale decir que renace al amparo de la crisis económica. Aunque es posible que alguna relación haya. 
El independentismo es una posición política. Quienes la mantienen son personas respetables  per se, pero también porque no hay otra alternativa inteligente y razonable que  el respeto. La descalificación gratuita y el insulto sólo hacen más atractivos los banderines irracionales de enganche a una idea; incluso a una idea poco plausible. Es un hecho constatable que siempre que el estado lo gobierna la derecha con las manos libres crea esos banderines de enganche y   vuelven a la primera línea las cuestiones identitarias (¡horrible palabro!)
Cataluña es una realidad nacional; estoy seguro. La avalan  razones históricas, culturales, económicas , lingüísticas y de otros tipos. Y de todos los tipos a la vez. Nadie como Cataluña tiene otras razones  además, menos  profundas e importantes, quizá,  pero más inmediatas: las pueriles campañas que,  a costa de Cataluña y los catalanes,  la ultraderecha política, sociológica y mediática han destinado a sus hoolligans. Las falsedades difundidas  contra su economía, contra su cultura y su lengua,  sus formas de organización, sus dirigentes y contra sus líderes sociales han actuado como la lluvia fina en campos ya abonados.
 La enorme manifestación habida en Barcelona  en defensa de la independencia es un hecho que nadie pude negar ni convertirlo en algarabía. Ni puede ser ignorado  colocándose de perfil o calificándolo interesadamente. El hecho ha dado definitivamente  marchamo de alternativa. La independencia es una alternativa para Cataluña. También estoy razonablemente seguro.  
La cuestión es decidir si es la mejor alternativa  o, por el contrario,  existen otras mejores y posibles. A decir de las agencias de demoscopia, la sociedad catalana se divide en dos mitades cuando se les pregunta por la independencia. Es sólo  un dato. Pero no se puede  ocultar ni  soslayar, es una realidad  a la que hay que dar respuesta. Quizá no sea solución ni se trata de dar satisfacción a una mitad a costa de la otra mitad. Se trata de resolver un problema político y real para, al menos,  unos cuantos años.  O para siempre
Volvamos por un momento a la rabiosa actualidad. El M.H.  President  Mas ha tratado de sacar ventaja de la situación. Utilizó la manifestación como argumento frente al más  que posible NO a su pretendido pacto fiscal. Y cuando se consumó,  utilizó la negativa para disfrazar su escaso acierto gubernamental  y darse una salida a base de elecciones. Mas se ha buscado un problema muy serio: deja a Convergencia sin alternativa para la campaña electoral: proponer la independencia sí o sí.
 Y la independencia tiene dificultades; y algunas, a Mas, le parecerán insuperables ¡Cómo se ha podido meter en ese lío de forma tan gratuita!
Hoy y aquí, la independencia   no es una alternativa cómoda. Pero obliga a todos los demás  a dar respuesta a la cuestión catalana.  La derecha y en particular el PP  ha apelado a la constitución como freno a las pretensiones independentistas.  Me parece  un error. No se puede, en buena lógica, responder con argumentos de coherencia constitucional a quien pretende cambiar la Constitución.  Quiero decir que no se puede driblar la cuestión  a cuenta de  la actual  imposibilidad constitucional de someter a consulta de los catalanes la existencia de un estado catalán. Pero el debate  ahora es preguntarse si merece la pena cambiar la Constitución para permitir esa consulta. El PP, aliado parlamentario de Mas,  tiene sólo una respuesta legal.  No tiene respuesta política. En resumen,  el PP no tiene respuesta.
¿Y el PSOE? Pues... ya se verá.  Rubalcaba economiza ladinamente  su respuesta.  Ha adelantado que "la palabra federal no le resulta extraña ni molesta".  El Primer Secretario del PSOE parece dibujar un camino largo sin duda,  pero también ancho y despejado que constituye una verdadera alternativa: el federalismo. Nada nuevo;  al final es la vieja alternativa del socialismo español. Y sobre todo, la alternativa del PSC. La alternativa  de un partido catalanista, con base laborista y amplio apoyo en las clases medias.
Dar encaje a Cataluña en una España Federal es una alternativa real y quizá aventajada al independentismo.  Es una alternativa a la que el nacionalismo catalán, vasco y gallego  podrían agarrarse.
Pero no es  algo inmediato. Salvado el denominador común de los derechos fundamentales, sólo se puede preconizar  un federalismo asimétrico y dinámico  en el que las nacionalidades encuentren su forma de ser parte del Estado Federal.
El federalismo y el federalismo asimétrico requiere de cambios constitucionales muy profundos. Pero no hay que inventar nada ,  sólo hay que mirar alrededor y aplicarse el cuento.
Yo -¡y sólo por comprometerme!-  soy de los que cree que resolver un problema exige un cambio constitucional ese cambio debe producirse.  Aunque sea a costa de un largo tiempo de cambios. 

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