Las concejalas y concejales conservadores y, sobre todo, el alcalde Corredera, han perpetrado cuatro años de un gobierno, sencillamente, demencial. Cada uno en particular y, en conjunto, todos ellos han llevado la ruina a la hacienda municipal y, lo que es peor, cercenando de raíz muchas posibilidades de salir con bien de la situación.
Años tras año tomaron decisiones interesadamente erróneas. Hasta el punto que, de cada una de ellas, siempre se puede identificar a los beneficiados. Y, para diluirlas o atenuar los daños colaterales, acumularon nuevas decisiones, tan interesadas y erróneas como las anteriores. Así añadían más y más quebrantos. De esos quebrantos, unos pocos (las empresas indiscutiblemente ligadas al PP, familiares de concejales y de concejalas y su variopinta clientela) podían sacar más y más provecho.
Y lo sacaron.
Y, además, pretendieron ocultarlo poniendo delante cortinas de humo y declaraciones altisonantes y confundiendo dramáticamente la opinión pública con la opinión publicada. Se parapetaron tras inútiles y temerarias demandas judiciales contra el candidato del PSOE. Así el concejal de policía que ha convertido el cuñadismo en su forma de hacer política para gozo y disfrute de una larga lista de cuñados (y otras cuñadas), pretendió judicializar su caso -simple y grasiento nepotismo- llevando al candidato socialista a los tribunales. Pero los jueces y tribunales no están para aguantar las macanas del PP y desestimó su demanda de punta a cabo. El concejal sigue paseando su enorme cara por las calles sin que se le haya detectado el más mínimo asomo de vergüenza. Pero que no tenga vergüenza no es una novedad.
Si no fuera por casos como éste que explica el nivel de envilecimiento alcanzado, estaríamos obligados a pensar que el gobierno de los populares en Mislata habría alcanzado cimas de estulticia nunca holladas.
El gobierno del PP en Mislata, para decirlo de una vez, fue y es una calamidad. Y lo es en una triple dimensión: organizativa, política, y económica. Las dos primeras tendrán remedio a poco que quienes dirijan el Ayuntamiento, a partir de mayo, sean personas razonables y conscientes de su papel.
Será entonces cuando las elecciones municipales darán oportunidad a los ciudadanos para ajustar las cuentas a la vanidad y la horterada, a partes iguales. Y ese punto de la pedantería sin causa que deviene necedad. ¡Ojalá así sea! Aunque sea sólo por una cuestión de decoro y para que acabe enchufismo y los kilos y kilos de caspa que con tanto empeño han acumulado estos populares. Pero cuando, como es el caso, está por medio la voluntad colectiva sólo nos queda esperar, confiar en su buen sentido, y acatar su decisión.
Reparar la hacienda municipal y arreglar la economía local costará años. Habrá de comenzarse por atajar la sangría. ¿Cómo?
Pues, a mi juicio, es posible si Corredera y sus mariachis dejaran de manosearlo todo.
En fin, otro día, hablamos. Y con datos
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