Llevo unos días que me da pereza escribir. No es por falta de temas que no escasean y mucho menos en tiempos como éstos. Es por la desagradable sensación de ser teledirigido para hablar de unos asuntos e ignorar -o aplazar quizá indefinidamente- otros.
Haití pasó para casi todos y ahora a nadie parece importar que Haití siga siendo un lugar desolado para la vida. Un tsunami se llevó por delante miles de vidas en Japón pero ahí andamos nosotros solamente preocupados por si llega al mar más o menos iodo radiactivo.
El mismo día que se mostraba en la calle el desencanto de unos pocos por el futuro de toda una generación, un periódico sesudo tomaba el rábano por las hojas para desacreditar su manifestación y, al tiempo, los demás nos conducían para que descargásemos nuestra ira contra el asiento donde los eurodiputados reposan sus euroculos cuando viajan en euroavión.
Pero la pereza me dudará unos días.
Quizá vuelva hablar (mal) de Alarte. Si no se me da especialmente bien, al menos, me relaja
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