20 may 2011

Mojándome

Las protestas de los indignados del 15M están en los medios y en la agenda política. Han llevado la campaña electoral a un segundo plano.
Tienen  a las organizaciones políticas en estado de ansiedad:
Preocupado al PSOE que, como es habitual en los últimos tiempos, sigue mirando el dedo que señala las estrellas. Puede estar preocupado pero sería estúpido hacerse el sorprendido: la Nueva Vía de ZP, que tanto empeño ha puesto en ahogar el debate interno y convertir la organización en una caja de resonancia de sus particulares posiciones políticas, recoge ahora en la calle los resultados de su miopía en políticas económicas,  su torpeza en comunicación  y ese insensato picotear de flor en flor  política de alianzas 
Ocupada  IU en tratar de capitalizar la revuelta por si suena la flauta y le sacan de la marginalidad electoral. 
Encandilado al PP que, sea cual fuere el desenlace, saldrá reforzado de esta manifestación del descontento. La repercusión de las concentraciones en los medios extranjeros le ha permitido “sugerir” cierta semejanza con los acontecimientos recientes en el mundo árabe.
La decisión del la Junta Electoral exigiendo el desalojo de Puerta del Sol -¡otra vez, una decisión judicial al filo de la contraria!-  pone al Ministro del Interior en una especie de bucle infernal. Gajes del cargo.
Ciertamente, y visto retrospectivamente, ha resultado  bastante fácil convocar la protesta. Había poderosas razones, creciente y larvado descontento -¡por fin alguien hacía algo!-  y un enérgico medio de comunicación  como es la red  que, por cierto, ha empezado a recolocar los medios de comunicación tradicionales en papeles menos protagonistas.
La opinión que me merecen sus primeras propuestas ya la expresé aquí. No concretar o acumular propuestas distintas y distantes, buenos deseos y lugares comunes sirvió para asegurar el triunfo de la convocatoria. Operó con particular éxito la cantinela “no votar ni PP ni PSOE”, que hubo de ser rápidamente eliminada para no caer en flagrante ilegalidad al tratar de mantener la presencia en Sol el día de reflexión.

 Sin embargo el tiempo ha empezado a exigir respuestas más concretas  a los difusos convocantes. La confusión asegura el éxito pero no puede mantenerse en stand by  mucho tiempo. Quienes observan este hecho con esperanza, con preocupación o, como es mi caso, con ambas a la vez, tenemos que saber cómo avanzar para que todo esto no se ahogue en la impotencia.

Algunos han empezado a fijar objetivos. La reforma de la ley electoral es la que parece gozar de mayor consenso.  Es ésa una reivindicación de ciertas organizaciones políticas como IU y UPyD  que agrada más bien poco a los partidos nacionalistas.  Sin embargo no deja de ser genérico e impreciso. El cambio legislativo debe perseguir una finalidad más allá de favorecer las expectativas electorales de unos y perjudicar las de otros. Es legítimo que nos preguntemos cómo y para qué. 
 
Tenemos una ley electoral que consagra la circunscripción provincial, las lista cerradas y la fórmula  D’Hont  para la distribución de electos.  Hay otros sistemas  donde se altera la circunscripción, de listas abiertas, de listas desbloqueadas, de distritos uninominales, con correcciones en la distribución, STV,  etc. ¿Cuál elegir? ¿Cuál es el mejor? El mejor… ¿en relación a qué?
 Eso nos lleva a la segunda pregunta ¿para qué cambiar la ley electoral? De otra manera, ¿la ley electoral está  relacionada de alguna manera con el desarrollo económico, con los avances en materia social y con la calidad de la democracia? Todo parece indicar que no.
 Dicho en abstracto, la ley electoral está poco relacionada con la calidad de la democracia. Una ley parecida a la que de aquí  y leyes completamente diferentes  se aplican indistintamente en  países competentes y en países que son verdaderos desastres

La ley electoral sí puede dar respuesta a problemas concretos y coyunturales. En este país, la Constitución del 79 consagra el Estado de las Autonomías. Es todo un intento de combatir, al tiempo,  el centralismo histórico y las fuerzas centrífugas de los nacionalismos periféricos. Ya sé que quizá no sólo eso pero también eso.
Como dije en otro lugar, con esa ley electoral algunos de los partidos que hoy pretenden cambiarla, consiguieron en otros tiempos -siempre mejores para ellos- una amplia representación parlamentaria.  Sólo es una casualidad, y lo digo sin ninguna segunda intención,  que los concentrados en Sol pretendan lo mismo que esos partidos.
 ¿Qué lleva a la concentración de Sol a proponer ese cambio de la ley? Creo que les impulsa la necesidad de decir algo. Decir algo no debería ser decir cualquier cosa.
Se ha propuesto una ley donde cuente el voto en blanco. Así, a lo bestia. ¿Que cuente para qué? ¿Para que haya una representación de los votos en blanco? Esta propuesta resulta no sólo lamentable, es también risible y un poco penosa.

Se ha propuesto una circunscripción única en el estado. Vamos a ver cómo casa con el estado de las autonomías y, sobre todo vamos a ver el entusiasmo que despierta en los CiU, PNV, SORTU, BNG, etc. Además ya hay un proceso electoral donde la circunscripción es única: son las elecciones europeas. Se pueden obtener una doble conclusión: Los resultados los partidos minoritarios no mejoran esencialmente  y obliga a extrañas alianzas y coaliciones con base aritmética antes que ideológica o programática. O sea el invento es una tontería como la copa de un pino.

Por mi parte me voy a mojar. No les llegará mi propuesta pero por si llegan a este blog  les propongo una  ley electoral basada en los postulados siguientes:
  • Circunscripción provincial o cualquier otro ámbito que permita el conocimiento de los candidatos. 
  • La leyes  electorales autonómicas definen su circunscripción
  • Listas cerradas pero no bloqueadas
  • Distribución de escaños por la ley D’Hont
  •  Ampliación del número de diputados  para poder repartir en colegio único los “restos” de cada circunscripción.
¡Y que sea para bien!

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