El título, una apurada
e incompleta mezcla de viejas lecturas y cine francés, nada
tiene que ver con lo que, a continuación, se dice. Pretende cumplir el papel de panal (...de rica miel) para atraer
hasta aquí más miradas que las que un título
más justo o el nombre de su autor podrían concitar. Perdonen ustedes. Pero ya
que están aquí, quédense un rato. Procuraré
ser breve.
Pretendo hablar de Alfredo Pérez Rubalcaba. Ya sé que es un
tema de atractivo desigual. Si no le interesa nada, éste es el momento de
abandonar. Hablar de Rubalcaba , en
estos dudosos tiempos, es tanto como hablar de la soledad creciente. Pero a la
vez es hablar de alguien que cree -¡ y yo lo creo, también!- estar haciendo la política que precisa el país y el tipo de oposición que ahora toca al PSOE.
A raíz de debate del día 11 de julio en el Congreso, sobre la nueva orgía de medidas que el
gobierno de Rajoy va a perpetrar en este
país, se armó un buen revuelo . Y se provocó un notable rechazo. Justo,
esperado e inevitable rechazo que ha soliviantado
al personal hasta límites que oportunamente recogerá la demoscopia.
Pero tampoco pasó inadvertido lo dicho por
el jefe de la leal oposición. Muchos han visto en el discurso de
Rubalcaba una cierta tibieza y flojedad que rayaba la
indolencia y el entreguismo. De nada sirvió que mostrara claras diferencias en
política fiscal y económica, que aplazara para otras ocasiones debates y medidas enjundiosas que el escaso
tiempo convertiría en una relación de buenas intenciones. El sonsonete "...
y por qué no las puso en práctica cuando
estaba en el gobierno" le diría
el grupo mayoritario para complacencia propia, subrayado de CiU y asentimiento
cómplice y mudo del alma primaria del PSOE. Y, por
qué no decirlo, para justa satisfacción de
la izquierda parlamentaria.
Intuitivamente sostengo que en cada persona coexisten y,
algunas veces, en serio conflicto un yo apasionado, visceral, primario y caliente, con otro yo más cerebral, más racional y de alma llanera.
No sé si hay teoría antropológica o
psicológica que sostenga tal intuición. Si
no la hay debería haberla; se non è vero, è ben trovato.
En el PSOE siempre estuvieron presentes estas dos
hemipersonas. Sus más notables paradigmas son Largo y Prieto primero, Guerra y
González, después. Es constatable que de
forma matizada hoy conviven las dos
almas. Una, la más visible, mayoritaria y tradicional que representó ZP durante
un tiempo y que hoy, remozada, mediática
y chipiguay, representan Chacón y sus terminales mediáticas. Otra, la
del cerebral, austero, sobrio y, dizque, ladino Rubalcaba. Ya sé que les han
contado otra cosa, pero créanme, es así, como se lo cuento: lo antiguo es
Chacón. Rubalcaba no es la leche en bote pero es una oportunidad de aggiornamento.
¡O así lo veo sólo yo,... que puede ser también!
Algunos de los antiguos disponen planes,
desde esta hora, para ganar lo que
perdieron en el Congreso de Sevilla. Han empezado por filtrar un supuesto
malestar interno que las terminales multiplican y, si necesario fuera, mienten.
Pronto
veremos cómo crecen o aparentan crecer. Será así porque nada entusiasma tanto a los socialistas españoles como un buen maniqueo. Si como prueba se esgrime el incremento en intención de voto
que las encuestas vaticinan para las opciones de mensaje claro y contundente (y primario)
como IU y UyPD ya tenemos una hoja
ruta brillante, definida y creíble. Llevar al PSOE a esos debates extemporáneos es una tradición
y, por tanto, una prueba por la que antes
o después pasará Rubalcaba. Es inevitable, pero... ¡podían esperarse un
poquito, coño!
Hace tiempo que este país está metido en una espiral de
infortunios económicos , sociales y
generacionales, atrapado entre el poder creciente
del dinero y un declinante poder político. Entiendo que el espectáculo invita a
respuestas contundentes, apasionadas y primarias. Entiendo que la pasión suma fácilmente adeptos a la causa.
Pero temo que sea una
causa perdida si no se adereza de un mínimo de inteligencia. Mostrar oposición
fundamentada, cuando sea la ocasión de
diferenciar políticas y soluciones, y cercanía al gobierno en los temas que, ya sea como finalidad o como
estrategia, interesan a todo el país, no debería ser interpretado más que como lo que es, un signo de madurez política y una forma -¡otra más!- de diferenciar un tipo de hacer oposición de aquella que sufrió el PSOE. Y, además, un retorno a la madurez y credibilidad.
Esa madurez y credibilidad que tanto
dilapidaron los años en que ZP abjuró del alma llanera y se abandonó a gobernar (¡o como se diga!) fiándolo todo al alma rubia,
primaria y chipiguay. Y antigua, además.
1 comentario:
Te estoy enormemente agradecido por la valentía, honradez y dedicación a una causa noble. Aunque a veces no pueda compartir lo que dices.
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