Esta es, por ahora, la última entrada sobre las elecciones en Mislata. Sé que falta alguna. Falta esencialmente la “lectura” de los resultados de las autonómicas en el ámbito local. Algo he dicho aquí y aquí. Ir más allá resulta deprimente y, además, Ana Noguera me ha interpretado perfectamente en este artículo de EL País.
La campaña electoral se centró en las elecciones municipales; porque la campaña para las autonómicas no existió (afortunadamente, añado, visto lo inútil que hubiera resultado el esfuerzo). Tengo que congratularme, una vez más y con todos los afiliados y simpatizantes socialistas, de su eficacia y hasta de su originalidad.
Antes que nada ha de reconocerse que el éxito electoral de ahora se basó en una previa labor de oposición cabal y nada estridente. El grupo socialista municipal supo liderar la rebelión ciudadana frente al gobierno caótico de Corredera y sus adláteres, dejando el protagonismo a los ciudadanos, ocupando el lugar principal pero discreto que éstos le reservaron y, de modo bien distinto al torpe intento del PP, manteniendo una posición siempre reconocible.
La campaña electoral ha de enjuiciarse, a mi juicio, desde cuatro elementos fundamentales: Candidato a la alcaldía, candidatura, programa electoral y metodología.
Carlos Fernández Bielsa resultó ser el candidato necesario y solvente que precisaba El PSPV para acceder a la Alcaldía. Había accedido, con poca o ninguna contestación interna, a la Secretaría General de la Agrupación Local demasiado acostumbrada a hacer de cada decisión importante una sangría. La responsabilidad orgánica avaló su discurso institucional. El PP, seguro de ganar unas elecciones que entonces empezaba a perder, despreció en principio su figura como posible alternativa y, para cuando reparó en su error, desató una campaña inicua basada descalificaciones pueriles y en demandas judiciales absurdas que comenzaron a cimentar, a ojos de la ciudadanía, que si el PSPV tenía algo que decir lo diría por boca de su joven Secretario General. Su pertenencia a la Comisión Ejecutiva Nacional del PSPV le proporcionaba un plus de credibilidad que no ha socavado el fracaso de Alarte.
La candidatura municipal socialista y -¡como debe ser!- por voluntad de quien la encabeza, ha experimentado una intensa renovación. Se mantiene a pocos de los anteriores concejales, esencialmente a los más jóvenes, y se ha dado entrada en lugares destacados a “independientes” pretendidamente representantes de entidades ciudadanas y de eso tan sutil, y que gusta tanto en los partidos obligados a hacer experimentos, que se llama la sociedad civil. La candidatura, que es dudoso que haya aportado grandes apoyos electorales, tiene la virtud de no estar lastrada por las caras sempiternas del socialismo local salvo las estrictamente necesarias para solventar imponderables. A fuer de sinceros a muchos nos cabían serias dudas acerca de su virtualidad para llevar a cabo una oposición eficaz en caso de derrota. Pasadas las elecciones, debe demostrar ahora su eficacia en el gobierno.
El programa electoral es otro de los factores que poco habrá aportado al granero de votos y a la victoria. Desde el principio la dirección local fue consciente de que había de elaborarse a tendiendo a una serie de principios como eran austeridad, rigor presupuestario, y la firme voluntad de no subir impuestos e incluso con la aspiración de rebajarlos de forma sustancial. No podía hacerse “una carta a los reyes magos”. A pesar de todo y quizá por ello se elaboró tarde y de forma algo precipitada, con escasa participación de las bases del partido, pero dando cabida a las reivindicaciones ciudadanas que estuvieron en la base de la oposición llevada a cabo en el último mandato municipal de Corredera. Además, contiene propuestas que fueron formuladas contemplando la mejor de las hipótesis acerca la hacienda municipal y sólo podrán ser acometidas en caso total sintonía con el gobierno del Estado. El cumplimiento de todas las requieren de un conocimiento exacto de la realidad económica y financiera que deja el PP. De ahí que sea precisa un auditoría. Y no como una amenaza para nadie sino como una necesidad insoslayable.
La campaña electoral constituyó un indudable éxito en la forma y en el fondo. Por una vez el PSPV local ha hecho una campaña serena y centrada en objetivos claros, con un plan previamente diseñado y con tintes de originalidad al servicio de la eficacia. Comenzó por dar a conocer a su candidato a la alcaldía que, por más que fuera ya concejal, la ciudadanía no acababa de poner cara. Este conocimiento tuvo dos hitos: la presencia en la calle y particularmente en el Metro de la cara del nuevo candidato resultó especialmente útil para atraer la atención de la ciudadanía. Y, por otra parte, la multiplicación de esa imagen y su discurso en las redes sociales que alcanzaba con facilidad a los electores jóvenes que, más allá de sus posiciones ideológicas, se identificaron inmediatamente con su figura. Las encuestas pronto empezaron a detectar un punto de inflexión esperanzador.
El partido se volcó en su apoyo de tal manera que su presentación como candidato a cargo del Presidente del Congreso, José Bono llenó el local y la calle de forma tan rotunda que colmó de esperanza a la parroquia socialista y puso un puntito de temor en los populares quienes, desde ese día sólo cometieron error tras error hasta culminar un infecto panfleto “anónimo” en el que, de forma increíble, daban las elecciones por perdidas.
Las formas de transmitir el programa y, sobre todo, la esperanza, fueron extraordinariamente originales y quizá, por eso, resultó decisivamente eficaz. Básicamente consistía en llegar a un lugar, previamente anunciado, con un altavoz, subir sobre una silla al candidato y dar un mitin, sin descalificaciones del adversario. Directo, valiente y efectivo a partes iguales.
Unas reflexiones finales o quizá… unas convicciones personales sin muchas pruebas empíricas -¡algunas hay!- que han influido en todo esto.
El éxito del PSPV en Mislata no hubiera sido posible sin un gobierno anterior caótico de Corredera. Lo demuestra cualquier análisis, por grosero que sea, de los resultados electorales.
No hubiera sido posible tampoco con un candidato discutible y/o con una campaña que provocara la pasividad por desesperanza de quienes querían deshacerse de Corredera y de su grasienta política municipal.
Hubiera sido más fácil sin el llamado efecto ZP, es decir, la crisis económica y la hostilidad que despertaron las políticas consiguientes de Zapatero. De hecho esta hostilidad se ha llevado por delante a excelentes alcaldes como Hereu en Barcelona, o por citar ejemplos más próximos, como Amparo Navarro y Emilio Muñoz en Aldaia y Alfafar, y ha obligado a “echar el resto” para mantener la alcaldía a un tipo tan imprescindible para entender la Picanya actual como Pepe Almenar. El efecto ZP es menor si se afronta desde la oposición que si se hace desde el gobierno.
Todo ello, a mi juicio, explica el éxito de la candidatura socialista. Ahora empieza lo difícil: gobernar cercado por los “romanos”. Pero que sepan, ese césar trajeado por cuenta ajena y sus legiones, que nosotros en Mislata hemos asumido encantados el papel de “irreductibles galos”.
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